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22 May 2010

Lentejuelas

Para Merino-san, físico silente.

Una pluma es un artefacto para controlar a nuestra conveniencia la dinámica de fluidos. De ese control se deriva el dosificado constante de la tinta –el fluido en cuestión— que nos permite escribir.

Y todo lo demás es accesorio. Bello en muchos casos, pero accesorio.

Es decir, que lo fundamental en una pluma es el sistema compuesto por el plumín, el alimentador y el depósito de tinta. Y después podemos discutir sobre sistemas de llenado, sobre materiales del cuerpo de la pluma o sobre el sexo de los ángeles. Por supuesto, que la pluma debería ser cómoda y equilibrada para que su uso sea agradable y relajado. Pero estos puntos poco tienen que ver con el aspecto externo de la misma.

Sin embargo, las plumas han pasado de ser un instrumento básicamente práctico a ser un objeto de coleccionismo. Y como tal, sus propiedades escritoras pueden pasar a un segundo plano. Entonces, los materiales empleados o la ornamentación de la pluma pueden adquirir la importancia antes reservada al plumín y, en menor medida, al alimentador.

Así surgen marcas y modelos cuyos argumentos de venta nada tienen que ver con su función última. Plumas que, en definitiva, no se venden para escribir con ellas sino para exhibir.

Sólo así se entienden esos objetos de decenas de miles de euros o dólares, de millones de yen, con plumines de oro de 24 quilates –sí, de un oro del 100% de pureza— que difícilmente verán la tinta y el papel. Porque un plumín de 24 quilates es muy blando y se deforma muy fácilmente. Porque salvo resistencia a la corrosión –y con 14 quilates ya es muy alta— nada se gana con tener más oro. Tan sólo aumenta el orgullo del propietario al presumir de un objeto
de dudosa utilidad práctica con un accesorio, que antes llamábamos plumín, hecho de oro puro.

Otro tanto se puede decir de la lujuriosa decoración de capuchones y cuerpos. De esos elaborados motivos en maki-e u otras técnicas igualmente ancestrales. Y no es casualidad que esos plumines ya inútiles, esos accesorios, estén combinados con estos ornatos.

Al final la pluma se convierte en un objeto decorativo, en una obra de arte tal vez. Pero en un objeto tan alejado de su función inicial que debiera cambiar de nombre. Eso ya no es una pluma, es otra cosa.

Y en otra entrada hablaré de lo que vi en la Feria de Maki-e de Itoya en Tokyo.

(Sailor Profit 21 Junior – Sailor Brown)

Bruno Taut
(Yokohama, 20 de mayo de 2010)
[labels: estilofilia, evento]

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