I.
Tanto definir lo que es una copia como poder distinguirla del original son tareas arduas. Así lo demuestran tanto los procesos legales como los esfuerzos académicos de estudio de las cuestiones relacionadas con la propiedad intelectual. Y al mismo tiempo, las conclusiones –legales y académicas— son a menudo contradictorias, lo que en nada ayuda a resolver estas cuestiones.
Este bolso, ¿es una copia o es un "homenaje" a una marca francesa? No lleva ni marca ni logotipo reconocible.
II.
Algunos, ingenuamente, asumen que algo que se parezca al original no llega a ser copia si no lleva la marca del mismo. Nada más alejado de la realidad: hay multitud de casos en los que esos productos que no llevan la marca son confiscados y destruidos por las autoridades. Y ese fue el caso, años atrás, de las Inoxcrom, Sailor, Pilot, etc. de inquietante parecido con las supuestas obras maestras de Montblanc.
En otros casos, la copia lleva todos los logotipos y los nombres del original, pero el juez ha dictaminado (según Antena 3, España, 21 de septiembre de 2011) que nadie en su sano juicio consideraría ese producto como original y que, en consecuencia, no había ni engaño ni delito.
Es decir, que los criterios legales son, cuando menos, confusos y hasta contradictorios. Siempre nos queda el recurso de caer en el positivismo legal de que es copia todo aquello que el juez decida como tal. Pero los criterios aplicados y las sentencias dictadas, tan contradictorias, ofrecen pocas pistas fiables de antemano.
Si además ampliamos nuestro horizonte y miramos lo que sucede en otros países, todo se hace todavía más complicado. Lo que en Gran Bretaña era copia, en Japón era legítimo. A. A. Waterman en Estados Unidos; Swan, Sailor o Pilot en Japón; Inoxcrom, Apolón en España…. todas ellas han copiado modelos, tecnologías y nombres de marcas de éxito. Y es que es la copia, más que el producto original, lo que predomina en el mercado.
III.
Tanto el modelo copiado como las razones para la copia han cambiado a lo largo de la historia. Una de las razones era la de adquirir una tecnología. De hecho, todas las revoluciones industriales, salvo la británica, se hicieron con la copia de tecnologías y de productos ya desarrollados en otros países. Luego, las barreras legales, arancelarias y judiciales, han hecho el resto, aunque a veces, como sucedió con la industria estilográfica española, no fuera suficiente para garantizar su éxito. Y así, Inoxcrom copió la Parker 21 con su modelo 55; y Apolón copió la Sheaffer con plumín Triumph. Hoy en día varias compañías chinas —Rainbow, Hero— insisten en copiar viejos modelos de Parker.
Copia de la Sheaffer Balance bajo el nombre de Hawaiian.
Otras copias buscan más la asociación con una imagen de éxito que les proporcione unos beneficios económicos inmediatos. Es el caso de la Hawaiian Balance en celuloide o de la multitud de copias chinas de las Montblanc modernas. O de las numerosas copias de las viejas Duofold de los años 20.
Copia china de una Montblanc Starwalker.
Claro que si la pluma original pierde su función inicial de escribir, hacer la copia resulta más sencillo: basta con simular el aspecto exterior porque el hecho de escribir con ella es muy secundario.
Sailor Profit. ¿Copia u homenaje a la Meisterstück de Montblanc? En este caso, la copia supera al original.
IV.
En última instancia, nada está claro en este mundo de las copias. Y a falta de una decisión judicial, nuestras circunstancias personales inclinarán la balanza hacia un lado o hacia otro. Tengamos también en cuenta que las legislaciones y los criterios de los jueces son muchas veces contradictorios.
La paradoja última es que la copia es muchas veces mejor que el original.
(Sailor Ballerie – Sailor Miruai)
Bruno Taut
13 de noviembre de 2011
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